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Descubre El Método Infalible Que Me Hizo Controlar La Cistitis De Forma Natural, Segura y Sin Efectos Dañinos.

29 Mar 2024 Desde mi escritorio...

El dolor era tremendo, mi frustración estaba llegando al límite y en ese momento yo debía estar en una junta con la mesa directiva. Cuando logré salir del baño y llegar a la sala de juntas, sólo estaban mis jefes mirándome con furia:

¡Estás despedida, Jessica!
Es la tercera vez que llegas tarde a un asunto importante.

Así se iban a la basura diez años de esfuerzo y méritos en la empresa. Ni siquiera recogí mis cosas!

Fui directo al estacionamiento, subí a mi auto y me largué de allí. Para rematar mi matrimonio iba de mal en peor por mí problema, y ahora también me despedían.

Iba a toda velocidad en mi sedán, más adelante había un puente a medio construir lleno de advertencias de peligro y por un segundo pensé en terminar con todo.

Justo en ese momento sonó el teléfono…Era Luis, mi hermano. Nunca había creído en los milagros, hasta ese momento, y quiero compartirlo contigo.

me da mucho gusto que de algún modo hayas podido llegar a este testimonio que para mí es muy valioso. ¿Sabes? no te conozco ni tú me conoces, pero si has llegado hasta aquí, hoy es porque tú y yo tenemos algo en común. Un padecimiento sumamente desgastante que probablemente no quieres confesar porque es el tipo de enfermedad que puede llegar a resultar muy incómoda y vergonzosa de admitir, incluso con seres y familiares cercanos.

Jessica Díaz
Coautora

Tener cistitis es algo que tratas de ignorar cada día que pasa, pensando que mañana te sentirás mejor o que el medicamento que te formularon por fin funcionará, pero por más que lo intentas, simplemente ese mal continúa allí, haciéndose presente cada vez más frecuentemente y con mayor intensidad.

Y claro, como te da mucha pena lo mantienes en silencio. Si te has atrevido a compartir con algún profesional de la salud el problema, es muy probable que sólo hayas recibido pastillas que al final no te funcionaron, o que incluso, hubieran puesto en duda tus hábitos y tu higiene íntima.

Tal vez ahora te estés preguntando si soy adivina, o si desde mi computadora de algún modo puedo leer tu mente o conocer tu vida. No, de ningún modo. Pero hay algo que me hace comprenderte muy bien.

Yo fui como tú, durante muchos años fui víctima de este mal que se va volviendo recurrente. Y la realidad es que nada me funcionaba, ninguna pastilla o medicamento, ningún remedio casero o exótico.

Llegó un punto en el que pensé que había algo verdaderamente mal con mi cuerpo, o incluso algo malo a nivel psicológico tal vez. Afortunadamente, luego de mucho martirio llegó a un día a mis manos una manera rápida, efectiva y ridículamente sencilla a mi enfermedad.

Y en este momento, voy a compartirla contigo. Sin embargo antes tengo que detallarte un poco más mi historia para que puedas comprender claramente cómo atravesé el proceso del dolor, la angustia, la impotencia y la vergüenza entre otras cosas.

Hasta que finalmente logré hallar una solución increíblemente sencilla y eficiente, que durante las primeras semanas incluso dudé que fuera cierto.

...Pero allí estaban los cambios, produciéndose con una rapidez apabullante, y el alivio no era sólo pasajero como con otros remedios, si no que se quedaba en mi cuerpo de forma permanente!

Cuando por fin pude salir del hospital y deshacerme de esa horrible sonda, ya no volví a serla misma.

La inflamación, con todas sus consecuencias, me siguió durante años de manera crónica, empeorando a ratos hasta niveles casi inaguantables.

Yo, que había sido siempre una mujer activa e independiente, que practicaba deporte, y que iba cada día con toda la energía mi trabajo, me convertí en una persona malhumorada y hasta podría decirse que tímida.

Como todo el tiempo estaba lidiando con los síntomas de mi vejiga enferma, temía que las personas a mi alrededor lo comenzaran a sospechar y les generara morbo, rechazo y repulsión.

Además, no conforme con ser algo que me molestaba todo el día, las noches fueron volviéndose peores, debía levantarme cada vez con más frecuencia al baño, y evidentemente cada semana dormía peor.

De tal modo que mi salud física, mi salud mental y mi salud emocional decayeron terriblemente en un lapso muy breve, así como mi autoestima, claro está.

No es para sorprenderse que, aunque mi esposo es un hombre maravilloso, tierno y comprensivo, este problema que yo me empeñaba en seguir manteniendo en silencio más temprano que tarde comenzara a generar una mella muy profunda en nuestra relación que antes había sido siempre tan buena y llena de comunicación.

La intimidad desapareció del todo, pues a mí me generaba mucho dolor sostener relaciones sexuales con él, a causa de la misma inflamación.

Y a raíz de mis contantes rechazos él también se volvió malhumorado y comenzó a dudar del afecto incondicional que siempre le he profesado.incluso llegó a sugerir que la falta de sexo se debía a que yo podía estar intimando con alguien más.

Yo antes era normal, y con normal me refiero a que era una mujer muy activa, amante de mi trabajo en una gran y prestigiosa corporación de mercadotecnia, con una relación de pareja duradera, estable, sólida y feliz.

Pero no fue así por mucho tiempo, ya que después de tener a mi segundo bebé algo comenzó a cambiar para mal.

Al principio muy lentamente; los síntomas eran leves y poco recurrentes, sólo un poco de dificultad al ir a orinar y en ocasiones no sentía que me hubiera “vaciado” por completo. Así que no les presté mucha atención, aunque sí podía llegar a ser bastante incómodo.

De cualquier forma, recuerdo con mucha claridad el día que comencé con las primeras molestias, fue como si una pequeña alarma comenzara a activarse en mi cabeza pues yo nunca había padecido algo así. En realidad, siempre me caractericé por ser una mujer bastante sana, incluso más de lo normal.

De inicio, atribuí estos síntomas leves a los cambios en mi rutina que habían generado la llegada de mi segundo hijo y el ascenso que recién había recibido en mi trabajo gracias a mis resultados positivos.

Pensé que tal vez no estaba tomando suficiente agua, o tal vez había consumido demasiada sal o tal vez mis defensas andaban un poco bajas.

No es que yo fuera una persona irresponsable con mi cuerpo y con mi salud. Sin embargo, honestamente debo admitir que en ese momento no hice más que tratar de tomar un poco más de agua y disminuir en la medida de lo posible mi consumo de sal.

Por lo regular no era mucho, pues como casi no tenía tiempo de cocinar en casa porque mi agenda estaba apretadísima todo el tiempo. Debía comprar alimentos procesados, de esos que sólo metes al microondas, o comida para llevar en restaurantes, que no siempre son las más sanas.

Sin embargo al parecer el problema no tenía que ver con los líquidos ni con el sodio, pues persistió. Como los síntomas eran soportables y no aparecían de manera permanente, poco apoco aprendí a no hacerles mucho caso cuando aparecían y a seguir con mi vida de la manera más normal posible.

Que aunque no quisiera admitirlo, mi calidad de vida comenzaba a cambiar.

Adicionalmente a eso, estaba comenzando a presentar alteraciones marcadas en mi sistema urinario, que poco a poco se hacían mas evidentes, aun cuando quería ocultarlo.

Muchas veces la pregunta que daba vueltas en mi cabeza, era ¿que hice mal para estar sufriendo esto tan espantoso?

No fue hasta una de esas noches de cólicos y malestares que recordé el viaje de verano en el que mi bebé menor cumplió dos años. Decidimos ir con mi esposo y mi otro adorado e inquieto hijo a un balneario cercano a las afueras de la ciudad.

¡A mí siempre me había encantado nadar y no perdía oportunidad de ponerme el traje de baño! pero todo fue de mal en peor esas breves vacaciones.

Desde el primer día, luego de un par de horas felices en la piscina con los niños, regresando a la habitación del hotel tuve unos dolores inusuales y muy fuertes en el bajo vientre y además cuanto intenté orinar me di cuenta de que era toda una tortura.

Me asusté mucho pues yo nunca había padecido infecciones de ese tipo. Consulté al médico del hotel, quien me dijo que las infecciones urinarias eran muy frecuentes en los balnearios, me dio un par de antiinflamatorios y me dijo que todo estaría bien al día siguiente.

Pero no lo estuvo, al día siguiente los dolores eran tan intensos que tuvimos que interrumpir las tan ansiadas vacaciones familiares para transportarnos de vuelta a la ciudad y consultar allí a un médico que pudiera ayudarme.

Mi esposo estaba muy asustado y mis niños no paraban de llorar, tristes por haber perdido su paseo y de ver a la mamita pálida y muy enferma, por más que yo intentaba sonreírles y tranquilizarlos, si era evidente que me encontraba bastante mal.

Cuando llegamos al hospital yo estaba ardiendo en fiebre y tenía unos calambres tremendos, el equipo médico me hizo pasar a urgencias directamente, y luego de algunas pruebas, que a mí se me hicieron eternas, el diagnóstico fue una infección generalizada de vejiga.

Estuve internada por tres días con un cateter en mi mano que me abastecía de un suero lleno de medicamentos sumamente fuertes, y otra sonda en mi uretra que en ese momento fue por mucho lo más incómodo y vergonzoso que había tenido que soportar en toda mi vida.

No lo comprendía, aunque nunca había tenido una, había escuchado de las infecciones urinarias pero usualmente las personas lo resolvían rápidamente con algunos antibióticos y no terminaban en el hospital como yo.

Allí fue cuando comencé a sospechar que el cuadro de síntomas ligeros que ya traía de tiempo atrás y que tan irresponsablemente me había empeñado en ignorar, podía tener mucho que ver con lo que me estaba pasando.

Me sentía muy culpable de que mi negligencia hubiera arruinado no sólo las vacaciones de mi familia, si no muy probablemente las vacaciones siguientes, y las siguientes, pues con la hospitalización médica y la enorme cantidad de gastos que eso nos acarreó, estábamos endeudados hasta el límite de las tarjetas de crédito.

Cuando por fin pude salir del hospital y deshacerme de esa horrible sonda, ya no volví a serla misma.

La inflamación, con todas sus consecuencias, me siguió durante años de manera crónica, empeorando a ratos hasta niveles casi inaguantables.

Yo, que había sido siempre una mujer activa e independiente, que practicaba deporte, y que iba cada día con toda la energía mi trabajo, me convertí en una persona malhumorada y hasta podría decirse que tímida.

Como todo el tiempo estaba lidiando con los síntomas de mi vejiga enferma, temía que las personas a mi alrededor lo comenzaran a sospechar y les generara morbo, rechazo y repulsión.

Además, no conforme con ser algo que me molestaba todo el día, las noches fueron volviéndose peores, debía levantarme cada vez con más frecuencia al baño, y evidentemente cada semana dormía peor.

De tal modo que mi salud física, mi salud mental y mi salud emocional decayeron terriblemente en un lapso muy breve, así como mi autoestima, claro está.

No es para sorprenderse que, aunque mi esposo es un hombre maravilloso, tierno y comprensivo, este problema que yo me empeñaba en seguir manteniendo en silencio más temprano que tarde comenzara a generar una mella muy profunda en nuestra relación que antes había sido siempre tan buena y llena de comunicación.

La intimidad desapareció del todo, pues a mí me generaba mucho dolor sostener relaciones sexuales con él, a causa de la misma inflamación.

Y a raíz de mis contantes rechazos él también se volvió malhumorado y comenzó a dudar del afecto incondicional que siempre le he profesado. Incluso llegó a sugerir que la falta de sexo se debía a que yo podía estar intimando con alguien más.

En el trabajo las cosas tampoco iban mejor. Mi rendimiento decayó muchísimo y mis jefes inmediatos comenzaron a notarlo.

Al principio, como yo siempre fue una empleada ejemplar, lo dejaron pasar, sin embargo llegó el momento en el que mi jefa, con todo el dolor de su corazón, tuvo que despedirme de mi adorado puesto que con tantos esfuerzos y méritos había logrado conseguir.

¿Cuáles eran mis síntomas? En primer lugar, los deseos de orinar me llegaban en cualquier momento de manera urgente e irrefrenable, aunque estuviera la vejiga completamente vacía.

Nunca lograba llegar a la sensación satisfactoria del vaciado completo y era muy frustrante tener todo el tiempo esta sensación de estar "a la mitad". Tú seguro que comprendes lo incómodo que es, si es que no lo has sentido ya, y si no me crees sólo interrumpe a la mitad una micción y sabrás de lo que hablo.

Ese día llegué a casa devastada. Mi esposo llamó por teléfono entonces y me dijo que acababa de conseguir un paseo a la playa a un precio muy económico, y que fuera preparando las maletas de toda la familia.

No supe cómo decirle que yo no estaba en condiciones de ir a la playa, ni de hacer ningún viaje de más de media hora por mi condición. Entonces empecé a mentir, le dije que no podría ir por trabajo y que se llevara a los niños.

¡No podía confesarle, ni si quiera, que me habían despedido! Esto lo interpretó como un definitivo distanciamiento de mi parte.

Al día siguiente, antes de llevarse a los niños y a punto de subir al auto, volteo a verme y con voz muy afectada me dijo: "Jessica, tenemos que hablar, esto no puede seguir así, piensa bien qué quieres hacer y cuando regrese revisamos el tema con un abogado".

Me quedé de piedra. No podría creer que mi cuerpo estuviera boicoteándome de esa manera. No creas, que durante todo este tiempo no investigué o probé cualquier método que encontrara para poder controlar mi malestar.

Gasté mucho dinero, que realmente no teníamos, en doctores especialistas, pero siempre era lo mismo: Pastillas carísimas que a lo mucho funcionaban los primeros días y después de eso empeoraban todo, era como una respuesta generalizada de mi cuerpo en contra de tantos medicamento y terminaba siendo la cura peor que la enfermedad.

Probé con "terapeutas alternativos" pero todos ellos resultaron ser charlatanes que, al igual que los médicos alópatas, también estaban interesados sólo en mi dinero. Imagina mi desesperación.

Comprando cuanto producto me recomendaban que podrían o no funcionar los primeros días pero que irremediablemente siempre me hacían sentir peor después.

Sin empleo y con mi esposo amenazándome también con un posible divorcio. Si las cosas seguían así, yo no tendría ni siquiera la capacidad física para cuidar de mis hijos, y eso podría causar que tarde o temprano también los perdiera junto con mi calidad de vida en general.


No podía más y solté a llorar. Y así pasé todo ese sábado: en bata, soportando los dolores de siempre y llorando sobre la mesa de la cocina.

Completamente convencida de que había hecho algo mal o de que todo eso de alguna manera era sólo culpa mía, por no tener algún tipo de cuidado en su momento.

Nada podría ya ser peor, pero existen aquello momentos en que la vida te da un giro. Sonó el timbre de mi casa. Al principio decidí no abrir la puerta, pues no deseaba ver a nadie.

Pero el llamado se volvió más y más insistente, así que me levanté, abrí la puerta y me quedé de una pieza. Era mi hermano, a quien no veía desde hace mucho tiempo y me sorprendió, luego de aquella llamada en que salvo la vida.

Me invadió la felicidad sólo por volver a verlo, pues en ese momento yo no sabía mucho de su vida.Luis y yo éramos muy unidos de pequeños. Mi hermano menor era mi adoración y yo la suya, pasábamos muchísimo tiempo juntos y más adelante nos convertimos en los mejores confidentes y amigos.

Cuando crecimos, como suele pasar muy seguido, ambos tomamos rumbos distintos. Yo estudié mercadotecnia y me casé y él entró a estudiar medicina.Una vez que terminó la carrera, decidió dedicarse a la investigación ayurveda en el extranjero.

Yo pensé que mi hermano era un idealista, puesto que siempre había tenido confianza ciega en la medicina alópata y no entendía cómo, pese a haber sido el primero de su clase en la carrera, ponía ahora las esperanzas de un futuro prometedor en algo tan dudoso como la medicina tradicional.

Como es de suponer, no coincidíamos mucho en puntos de vista, nos fuimos distanciando cada vez más. Luis, solo que andaba de viaje por algún país exótico realizando investigaciones con plantas, raíces, frutas y semillas.

Luego de una charla de actualización por de nuestras vidas, por obvias razones notó que yo no estaba nada bien, al principio le mentí.

Le dije que solo estaba algo resfriada mientras lo invitaba a pasar y le servía algo de tomar. Pero mi hermano me conoce bien y no se tragó la mentira para nada, así que estuvo insistiendo lo bastante como para que al final yo le confesara todo lo que me estaba pasando.

Le conté todo desde el principio, desde los primeros síntomas que habían aparecido hacía alrededor de tres años; a los cuales yo había decidido voluntariamente no prestar la atención debida.

De aquella terrible experiencia de las vacaciones familiares en el balneario que quedó frustrada debido a que me puse muy mal por una infección y por la cual estuve tres días internada y recibiendo una dosis muy alta de medicamentos que dañaron el estómago y cómo después de ese incidente, todos los síntomas se agravaron y se volvieron crónicos.

Le confesé que todo el tiempo vivía, en el mejor de los casos, con una incomodidad que no me permitía jamás estar de buenas, y en el peor, con unos dolores que en ocasiones me imposibilitaban hasta para levantarme de la cama.

Por último mencione la relación con mi marido, que había llegado a pensar que ya no lo quería, hasta el punto de pedirme el el divorcio y cómo había perdido también mi empleo.

Con lágrimas en los ojos, le dije que pensaba que había perdido todo y no entendía por qué, puesto que yo siempre había sido muy responsable en mi trabajo y con mi familia.

Era como si de pronto todo eso formara parte de un pasado muy remoto que yo ya no podría recuperar.

Mi hermano escuchó pacientemente todas mis lamentaciones, me abrazó y me consoló y en algún momento en el que yo rompí a llorar de nuevo, me hizo hacer una pausa para decirme..

Que mi mal tenía una solución y que precisamente, en sus viajes por el mundo había encontrado la manera natural y definitiva de controlar este tipo de problemas.

Él había regresado al país tres meses antes, y cuando llegó lo primero que hizo fue recabar fondos para montar un laboratorio y realizar pruebas definitivas que acreditaran sus hipótesis científicas.

Un grupo de expertos y él estaban trabajando muy precariamente, pero con toda la seriedad del mundo, en un proyecto que buscaba desafiar todas las tendencias amañadas de las grandes corporaciones médicas y farmacológicas.

Por tanto, no recibieron mucho apoyo económico, pero sí el necesario como para ir haciendo, una a una, demostraciones de descubrimientos sorprendentes capaces de poner a temblar a toda la red de negocios de las mal llamadas empresas "de la salud".

Al parecer mi hermano había estado haciendo algo más que recolectar plantitas en el monte de algún país desconocido todo este tiempo, pensé.

Al final de hacerme un breve resumen de todas sus aventuras y de cómo incluso se había enfrentado a una demanda millonaria por "difamación" por parte de una gran compañía farmacéutica.

La misma a la que le había ganado gracias a lo demoledor de sus argumentos científicos, –y con cuya compensación legal pudo echar a andar el laboratorio con todo el material necesario –Yo lamenté mucho haber despreciado sus ideales y sus convicciones sobre las alternativas a la medicina.

Pero entonces yo no sabía muy bien cómo es que todo eso podría ayudarme.

Mi hermano me explicó como todos los padecimientos del cuerpo se encuentran interconectados y cómo se puede restablecer el equilibrio psicosomático del mismo a partir de acciones tan sencillas que ni siquiera implican un esfuerzo. ─Eso que tú padeces, me dijo, se llama Cistitis.

Eso yo ya lo había escuchado, saber el nombre no cambiaba nada. El detalle es que yo no solo tenía cistitis, sino un desequilibrio generalizado de las funciones de mi cuerpo.

Evidentemente mis funciones psicológicas y emocionales también se encontraban afectadas. Al existir un desequilibrio entre la mente y el cuerpo (psíquico), este se ve reflejado en problemas fisiológicos y es capaz de agravarlos hasta lo indecible, como en mi caso.

Tenía mucho sentido ahora que lo escuchaba de aquella forma. Mi hermano me iba explicando y cada vez las cosas se iban acomodando mejor en mi cabeza. No van a creerlo, pero por un rato el simple hecho de tenerlo allí dándome una esperanza hizo que pudiera olvidarme un poco de mis dolores.

La vejiga está allí por una razón, que es justamente para que puedas librarte de las toxinas y los líquidos que tu cuerpo ya no necesita.

El cuerpo humano es tan maravilloso que cuenta con un avanzadísimo sistema de desecho que permite que te mantengas sana y que todo lo que de uno u otro modo ingresa a tu organismo y que no debe de permanecer en él pueda ser eliminado de manera eficiente.

Así tu cuerpo no se envenena a sí mismo ni se llena de radicales libres, que pueden causar no solo un envejecimiento prematuro, si no enfermedades tan graves como el cáncer.

Uno de los mecanismos más importantes para la eliminación de toxinas es el sistema urinario, que se compone de manera muy general, de los riñones, que filtran la sangre y recogen las impurezas, la vejiga y el meato urinario.

Este es un sistema muy complejo que se encuentra íntimamente amalgamado con los músculos pélvicos y el sistema intersticial, así que con uno de estos sistemas que no funciones de la manera óptima, es muy probable que desarrollemos todo tipo de padecimientos con respecto a nuestra función urinaria.

Mi hermano me comento en qué consiste una función urinaria correcta, y es muy curioso como aquello distaba tanto de la mía, aunque era lógico que así deberían ser las cosas y yo recordaba que en algún momento también yo había sido normal.

Muchas cosas pueden causar estas alteraciones: medicamentos, infecciones, radiación, el grado de alcalinidad o acidez en el cuerpo, a consecuencia del tipo de alimentos que estamos ingiriendo, el estrés, no beber suficiente agua, el sedentarismo, etc.

En ese momento intenté recordar cómo era mi rutina en el momento que comencé con los primeros síntomas.Yo siempre había sido muy activa, sin embargo en ese momento mi ritmo de ejercicio había decaído considerablemente pues debía rendir en mi trabajo y cuidar un bebé y un niño pequeño.

Evidentemente me sentía un poco estresada pues las responsabilidades que me estaban dando en el trabajo eran cada vez más grandes y no podía darme el lujo de cometer errores.

Como mi tiempo se limitaba más y más, dejé de preparar alimentos sanos en casa con cada vez más frecuencia y muy seguido terminaba comiendo productos de "fast-food" y de restaurantes.

Que tal vez no eran tan dañinos pero que definitivamente tenían muchos más condimentos y grasas que lo que yo solía preparar en mi casa. Por esa época comenzaron los primeros síntomas.

Mi hermano me dijo que probablemente al principio solo sentía molestias muy leves: tal vez un incremento ligero en la frecuencia de las idas al baño, un ardor bastante tolerable.

O que me quedaba con una ligera sensación de "no haber vaciado del todo la vejiga" o algunos calambres abdominales esporádicos.

¡Mi hermano estaba describiendo con absoluta fidelidad cómo comenzó mi cuadro de sintomatología. Esto me hizo perder cualquier reparo que tuviera todavía en poder confiar en su método y creer que realmente mi problema se iba a solucionar¡

Mi hermano me contó que esos síntomas eran un aviso de mi cuerpo de que algo andaba mal, y esa era la manera en la que intentaba decirme que algo tenía que cambiar.

Yo no quise hacerle caso pues "estaba demasiado ocupada" con mi trabajo y mi familia, justamente las cosas que por no hacer caso de la advertencia de mi cuerpo estaba a punto de perder o había perdido.

Era perfectamente natural que en algún punto, al más mínimo contacto con bacterias, mi sistema inmunológico colapsara y eso diera lugar a la terrible infección de la que ya les he contado anteriormente.

Mi cuerpo quedó muy resentido con esa infección, y no solo mi cuerpo, sino también mi mente, y eso empeoró las cosas pues cuando por fin remitió la infección aguda, quedé con un padecimiento de inflamación crónico que era acrecentado también por mi estado de ánimo constantemente alterado.

Porque el cuerpo necesita de la mente para sanar, y mi mente no podría hacer nada por él. Yo estaba en un círculo vicioso que aparentemente no tenía ninguna salida.

─Evidentemente −dijo Luis− tu cuerpo va a seguir protestando hasta que lo ayudes de alguna manera u otra, y eso es lo que te ha venido pasando los últimos años, en el que las molestias lejos de disminuir se han acrecentado y nada parece funcionarte.

─ ¡Exactamente! –respondí.

Mi hermano me pidió entonces que fuera al escritorio por papel y lápiz. Yo hice caso y cuando regresé a la sala me pidió que anotara allí todos los "remedios" que había intentado para manejar mi enfermedad.

¡Fue una lista muy larga! que incluía principalmente muchas pastillas costosas y algunos tratamientos "holísticos" que, a medida que los iba describiendo en la hoja, simplemente no podía creer que había sido tan tonta de intentar por que sonaban francamente a burla de personas que se aprovechan de la desesperación de las personas.

Me sentí muy apenada de mí misma, pero finalmente le entregué a mi hermano la lista, Él comenzó a leerla y junto a cada una de esas "curas" iba anotando datos que yo nunca me hubiera imaginado, algunos francamente macabros.En primer lugar, muchas de esas pastillas eran antibióticas o antiinflamatorios.

El me aclaro cómo pueden llegar a funcionar de momento los antiinflamatorios, pero como destruyen el equilibrio auto regulatorio del cuerpo, lo que conlleva a que en pocos días la inflamación incluso empeore.

En cuanto a los antibióticos, me explicó que en caso de haber infección, si es que la había, esta era una consecuencia del problema y no su causa.

Por lo cual solamente estaba destruyendo lentamente mi sistema inmunológico y me estaba volviendo cada vez más vulnerable a todo tipo de infecciones, no solo de las vías urinarias, y esto podía llegar a ser muy grave.

En cuanto a los demás remedios, me explicó cómo la gran mayoría, sí bien inofensivos, no tenía en absoluto ninguna utilidad y mucho menos ningún respaldo científico, y cómo algunos otros, podrían incluso resultar fatales para una persona cuya salud ya estaba tan vulnerada como la mía.

Entonces caí en cuenta de que no solo estaba enferma de la vejiga, ¡todo mi cuerpo estaba sufriendo las graves consecuencias de años de remedios que no eran los adecuados! Y que incluso podrían estar agravando el problema de forma ridículamente directa.

No saber todo lo que me estaba diciendo mi hermano me había vuelto víctima de un montón de médicos y curanderos sin escrúpulos que nunca se interesaron en mi salud en lo más mínimo.

Cuando me explicó cómo funcionan las grandes empresas farmacéuticas y cómo engañan a la gente de manera masiva, y no solo eso, incluso inventan "enfermedades" para poder vender productos que a la larga solo terminan intoxicando a las personas, que desesperadas recurren a la primera opción que les ponen enfrente.

Claramente Luis sabía delo que me estaba hablando.

Nos quedamos charlando hasta la madrugada y cuando no podíamos más con el sueño, nos quedamos dormidos en el sofá como cuando de niños nos desvelábamos viendo caricaturas.

A la mañana siguiente, Luis me invitó a su laboratorio. Yo iba a ver con mis propios ojos en qué habían resultado todos sus años de investigación experimental.

Fue un día lleno de sorpresas, yo sentía no solo que iba sanando, además era como estar siendo parte de un gran descubrimiento mantenido en secreto a propósito y del cual ahora yo formaba parte y de cuyas bondades podía disfrutar.

Luis estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para llevar sus descubrimientos a todas las personas.

En menos de dos meses, siguiendo las instrucciones de mi hermano, recuperé todo: mi salud, mi calidad de vida, la relación con mi esposo, la alegría de cuidar a mis pequeños, mi rendimiento en el trabajo, todo.

Años de sufrir habían desaparecido con tal rapidez que todo lo anterior llegaba a parecerme solo un sueño, pero había sido muy real.

Por esa razón, decidí ayudar a mi hermano a transmitir esta cura a todas las personas que padecieran el mismo malestar que yo padecí en silencio por tanto tiempo.

Pero, ¿cómo hacerlo? Y luego de mucho pensarlo me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era compartir mi historia con todos y cada uno de ustedes, compartir desde mi corazón lo que sentí cuando me di cuenta de que realmente no todo estaba perdido...

Y la manera tan ridículamente fácil en la que, con las instrucciones adecuadas, pude recuperar mi vida en muy poco tiempo, notando mejorías significativas desde el primer momento.

¿Cuál era esa solución sencilla y eficaz de la que me estaba hablando mi hermano, con toda su experiencia como médico y como investigador?

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Referencias:
http://www.merckmanuals.com/professional/genitourinary-disorders/urinary-tract-infections-utis/bacterial-urinary-tract-infections-utis
http://www.mayoclinic.org/diseases-conditions/cystitis/basics/definition/con-20024076
http://www.healthline.com/health/cystitis#6
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11442991
https://nccih.nih.gov/health/cranberry
https://nccih.nih.gov/health/pain/chronic.htm

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